miércoles, 22 de septiembre de 2010

Jesús es el Señor
Efesios 4
(Mensaje dado el 12/9/2010

· La oración de Pablo para los Efesios era “que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (3.18).
· ¿Debe ser Jesús nuestro Señor para ser nuestro Salvador? ¿Puede ser nuestro Salvador sin ser nuestro Señor?
· ¿Qué lugar tiene el “cristiano carnal”? Hay muchos creyentes que no hacen de Cristo su Señor.
· Cuando abrimos la puerta del corazón a Cristo como Salvador, Él entra para cenar y habitar en nosotros. Pero cuando nos entregamos a Él como Señor, le estamos dando el título de propiedad de nuestras vidas a Él. No solo viene a residir, sino a transformar y renovar la vida. A darnos vida en abundancia.
· Como un arquitecto, va de cuarto en cuarto para levantar una pared donde éramos demasiado permisivos, o derribar otra donde fuimos muy legalistas. A vaciar un ropero oscuro donde guardábamos pecados ocultos, o a cambiar la configuración de nuestras mentes.
· Lo que era una casilla, ahora viene a ser un hogar ejemplar.

A. Jesús, El Señor de mi exterior.

· Cuando nos mudamos acá, todo nuevo por fuera. Así Cristo no solo cambia lo que está dentro de mí, sino lo que ocurre fuera. Él es Señor de nuestras relaciones, nuestro trabajo, nuestras circunstancias, y nuestros cuerpos.

1. El Señor de mis relaciones (1-3)

· La oración de Pablo en Ef. 4 nos revela mucho de sus relaciones…
· ¿Es Jesús Señor en tus relaciones? ¿Están gobernadas por humildad? ¿Es mi actitud como la que demostró Jesús? (ver Fil. 2.3-7, NVI)
· La próxima característica es “mansedumbre” o gentileza. Prov. 15.1 dice “La blanda respuesta quita la ira” ¿Cómo respondes a tu familia, a tu patrón, compañeros, cuando te “provocan”?
· Podemos ver la “blanda respuesta” de Jesús cuando se enfrentó con una situación que podría habido salido mal. Vean Lucas 10.40-42 .
· Sigue con otras características: tolerancia, paciencia, amor, solícitos, unidad, y paz. Si el señorío de Cristo gobierna mis relaciones, estas características estarán presentes. Si no, entonces hay un cuarto grande donde no hemos permitido que el Señor entre.

2. El Señor de mi trabajo (4,11)

· ¿Hay una contradicción entre el domingo y el resto de la semana en su vida? ¿Es Jesús el Señor de tu trabajo como el de tus domingos? “Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación…Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros” (Ef. 4.4,11).
· Una vocación es un llamado. Dios nos equipa para ciertos trabajos. Así como hay apóstoles, hay médicos; como habían profetas, hay carpinteros. Algunos pastores y maestros, otros carteros y obreros. Solo porque quizás tu trabajo no es de índole religioso o espiritual, no significa que Cristo no debe ser su Señor en ese trabajo.

3. El Señor de mis circunstancias (14,15)

· Estos vv. revelan otro externo que el Señor debe controlar nuestra actitud frente a las circunstancias.
· ¿Te están mareando los vientos y las olas de doctrinas o las de tus circunstancias? Como un títere colgando de cuerdas, un niño está sujeto a sus circunstancias – llevado por las olas, el viento, engañado, etc.
· Si Cristo es tu Señor, no siempre el mar estará tranquilo, pero vos sí estarás. El que gobierna el viento y las olas también gobierna tus circunstancias.

4. El Señor de mi cuerpo (16)
· La Iglesia es el cuerpo de Cristo. Cuando sus miembros dejan atrás sus costumbres infantiles y pequeñeces, el cuerpo madura y se desarrolla, funcionando como una máquina bien lubricada.
· Pero el Señor también quiere gobernar no solo este cuerpo espiritual, sino nuestro cuerpo físico también. Después de todo, es el templo del Espíritu Santo (1 Cor 3.16,17; 2 Cor 6.14-18).
· ¿Qué clase de templo es tu cuerpo – de barro o de mármol? Lo llenas de alimentos basura o sexo indebido? Si el Esp. Santo está en ti, entonces debes poner tu cuerpo sobre el altar – Romanos 12.1-2.
B. Jesús, El Señor de mi interior

· Tratando de controlar los externos suele ser como tratar de agarrar un jabón que se cae cuando nos duchamos. Pero si se cae con frecuencia, seguramente llegaremos a ser más adeptos en agarrarlo.
· Pero cuando Jesús es el Señor, parece más fácil controlar los externos, especialmente siempre y cuando permitimos que Él sea el Señor de nuestro interior—nuestra mente, emociones, y voluntad.

1. El Señor de mi mente

· v. 17-19 – note las descripciones duras que usa Pablo del corazón pecaminoso. ¿Podría sentirse el Señor “en casa” en algo así?
· Notamos las palabras fuertes que usa Pablo para describir un corazón peca-minoso: pensamientos frívolos, ignorancia, dureza de corazón, entendimiento oscurecido, sin vergüenza, entregado a inmoralidad, cometen toda clase indecencias. No un hogar muy apropiado para Cristo…
· (22-24 NVI) – como una camisa repugnante con traspiración, sangre, y suciedad, hemos de quitarnos el “viejo hombre” y ponerlo en la basura, y vestirnos con una mente recién bañada y renovada, hemos de ponernos las vestimentas que corresponden a una nueva criatura.

2. El Señor de mis emociones

· En vv. 25-29 Pablo nos muestra como la decisión de poner a un lado el viejo hombre y ponernos el nuevo afecta toda la vida, incluyendo nuestras emociones.
· Si no nos cuidamos, nuestras emociones nos pueden controlar como rehenes. Pablo menciona cuatro “terroristas”: la mentira (24), la ira (25), el hurto (28), y un hablar corrompido (29).
· Nuestras emociones nos dicen “Está bien mentir”, o “tengo el derecho de enojarme”, o “lo merezco”, o “fulano necesitaba que alguien le dijera las cosas como son”. Pero si Cristo es Señor, no nos haríamos las “víctimas” de las circunstancias. Debo decir la verdad aun cuando siento que me conviene más el mentir. Debo controlar mi genio aun cuando “me sacan de las casillas”. Debo ser honesto y no robar aun cuando parece algo tan fácil y pienso que lo merezco. Debo poner frenos en la boca cuando otros hablan mal y sucio. Mi lengua debe lamer heridas, no provocarlas, aun cuando me mordieron primero.

3. Señor de mi voluntad (30-32)

· v. 30-32— La expresión es “¡Paren! ¡Dejen de agraviar el E.S.!” Aquí Pablo nos trae al verdadero problema. ¿Estás a favor o en contra de Cristo? ¿De qué lado estás en verdad? No hay compromiso. No hay terreno de nadie.
· Al final de todo, todo el tema del señorío de Cristo tiene que ver con la decisión de tu voluntad. ¿Vas a dejar a un lado el viejo yo y entronar a Jesucristo como el Señor—o vas a seguir vistiéndote con trapos sucios e inmundos?

· En la casa que es tu vida, Cristo ha venido a tu corazón. Llevalo a que haga cambios en el resto de tu casa—el escritorio o estudio, donde está la computadora, libros, etc. ¿Con qué alimentas tu mente? Luego lo llevas al comedor donde se alimentan tus apetitos y deseos;
· al living donde tu relación con Cristo es cultivado; al taller donde tus talentos y habilidades son utilizados, a la sala de TV y juegos donde ciertos entreten-mientos cuestionables son gozados; al dormitorio donde está el tema del sexo.Cuarto por cuarto, Jesús va embelleciendo tu casa. Pero un día, Él nota que sale un olor muy feo de un ropero. Un remanente de tu vida vieja se esconde allí y se está pudriendo—algo por lo cual te avergonzás, pero no querés largar. ¿Tienes un ropero así? Tan vergonzoso como sea, deja que Jesús lo limpie. Que su sol y limpieza echen fuera el olor. Y dale al Rey un castillo que Él merece. Hazlo no solo tu Salvador, sino también tu Señor.

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